Skip to content

Carlos Bernatek nació en Avellaneda, residió en otras ciudades del conurbano bonaerense como Adrogué, Temperley y Lavallol, con sus calles de tierra y sus necesidades. Vivió muchos años en la ciudad de Santa Fe y ubica sus historias en la capital provincial o en pueblos aledaños, incluso algunos con nombres inventados, como el de Danel.

Ha desempeñado cargos vinculados al ámbito cultural. Comprometido con la historia y convencido que la cultura se asocia con las costumbres y tradiciones y se valoriza con el respeto a la vivencia y sus expresiones, en su función pública se preocupó por conservar y fortalecer el acervo histórico. Fue Sub Director de Cultura de Santa Fe y participó activamente de la gestión de Horacio González y actualmente en la de Juan Sasturain en la Biblioteca Nacional “Mariano Moreno”.


Dueño de un lenguaje llano, de fácil lectura y decididamente popular es, no obstante, profundo y de una percepción infrecuente de las realidades, virtudes y miserias de los hombres. A pesar que él reconoce en Saer una admiración circunscripta a la lectura de sus libros permite percibir una proyección del universo saeriano, en la configuración de las pequeñas historias de gente común incursa en la vida cotidiana no sin contemplar situaciones a veces absurdas.

“Rutas argentinas”, por la cual obtuvo Premio Alcides Greca de la provincia de Santa Fe, y que lo hizo conocido, trata de la incursión de un forastero en el pequeño pueblo que desata una sucesión de hechos, incluso la figura del burlador burlado. Se exponen así los sentidos adormecidos de los habitantes en sus burbujas afectivas y sociales. Se percibe un interés en ocuparse de personajes en continuo deambular. Hay un entramado de melancolía y dislates siempre motivado por esa ambiciosa ilusión de una mejoría que nunca llegará.

El canario

En realidad, su primera novela publicada fue “La pasión en colores”, con la que fue finalista del prestigioso Premio Planeta 1994 (que obtuvo su maestro Antonio Dal Masetto) y también obtuvo el Premio Alcides Greca.

Bernatek en “Un lugar inocente” deja al desnudo la dependencia que su generación (nació en 1955) tiene respecto a la dictadura. En realidad la generación se encuentra atravesada por el Peronismo y la dictadura. En ese libro el protagonista vuelve a la Argentina desde su exilio madrileño para resolver una situación familiar y se reencuentra con los fantasmas que había intentado olvidar en su huida. Con una prosa teñida de dramatismo e intensidad, bordeando lo sombrío deja la impronta de un comportamiento acorde con las miserias y opciones humanas. Un libro insoslayable.


Retornando a Bernatek, en la “Trilogía de Santa Fe”, (“La noche litoral”, “Jardín Primitivo” y “El hombre de cristal”) el autor suma como elemento inescindible e insustituible de la historia a una Santa Fe que la describe desde sus recuerdos y la historia en una bruma de lugares, hechos y circunstancias no exactamente fidedignos pero que, sin duda, se la reconoce. En particular, todo es tan reconocible que no es necesario que precise la época en que se desenvuelven las tramas, porque el lector lo capta con facilidad.

El pasado es un componente sustantivo de las historias; la humedad malsana de Santa Fe, el machismo, la marginalidad de los protagonistas, el hilo delgado de la corrupción permanente, la esperanza incipiente de un mañana mejor o más desahogado. Son elementos que con sarcasmo, muchas veces, o con fina ironía Bernatek armoniza con gran maestría.

La trilogía es una saga que, entre marginales, gira en derredor de Ovidio Balán, “un gordo forro que se creía que era Gardel, pero tenía una cosa fascinante: pertenecía a esa clase media santafecina e iba al colegio de la aristocracia, el colegio de la Inmaculada. Ahí iba el hijo del comerciante pero también el hijo del estanciero. Y se daba esa rara convivencia en que un clasemediero se criaba con un oligarca”, según expresa el autor en un reportaje.

“La noche litoral” escrito con dosis de ironía descarnada, es una explosión de irresponsables actitudes de Ovidio, siempre al límite, coqueteando con aventuras sexuales y la marginación teñida de delincuencia, con un escarpado patetismo, escapando hacia adelante, sin saber ni creer hacia dónde. Es un ser esperpéntico con un ligero parentesco con el Ignatius J. Reilly de “La conjura de los necios”, que no tiene límites morales, obsceno, perdedor nato, que construye una (in)moral tal que le hace decir “el trabajo nunca contribuye a la dignidad del individuo humano, sino a foguear su inmoralidad”.

Trilogía de Santa Fe

“Jardín primitivo”, un libro cuya trama se desarrolla en los escenarios característicos y típicos de Bernatek. Tiene dos partes, la primera se desenvuelve casi totalmente en una isla cercana a San Javier donde cuatro amigos pasan un fin de semana largo pescando, comiendo y tomando todo lo que puedan en el menor tiempo posible.

El protagonista, un empleado de motel, es quien lleva el hilo de los diálogos, donde se transparenta una generación intermedia y sus ideas frente a la vida, las mujeres, el destino y las opciones de “zafar”. La segunda parte, ya un deambular del protagonista entre conquistas amorosas, negocios turbios, ilícitos implícitos, intentos de “salvarse”.

Hay una interrelación permanente entre un espíritu con aspiraciones a sabiendas que no se van a concretar y una pertenencia al lugar vivencial. En una alusión a hechos reales, hay un personaje que es un ex cajero de banco, protagonista de un robo. Por otra parte, explícitamente homenajea a Saer, dado que Ovidio Balán, es natural de Serodino, el pueblo natal de Juan José Saer.

Bernatek efectúa una sabia observación respecto al comportamiento de la sociedad y un personaje la define “a la clase media: puede apropiarse de las frases del aristócrata, porque no le da el cuero para apropiarse de sus bienes”.

En el cierre de la trilogía, “El hombre de cristal”, que fue uno de los diez libros finalistas del Premio de Novela Fundación Medifé – Filba, los recuerdos increpan a los personajes por encima de un presente inmisericorde que no le genera perspectivas de mejoría ni expectativas esperanzadoras. Por tal razón, con espíritu de parodia, el pasado es el condicionante, en parte, y en cierta forma el confortable lugar en que se mantienen. Según Soledad Quereilhac, en La Nación, “Bernatek logra el inusitado tono de un sainete punk”.

Bernatek ha tomado del rock los títulos para sus libros. Así “El hombre del cristal” está tomado de la letra de Tanguito “Amor de primavera”, que hizo propia Spinetta y a éste, ya lo había homenajeado con “Rutas argentinas”. “Jardín primitivo” lo ha tomado de la letra del tema del Indio Solari y que ha interpretado Sumo “Mejor no hablar de ciertas cosas”.

Carlos Bernatek

Bernatek reconoce en Roberto Artl, en particular en “El juguete rabioso” y “El jorobadito” alguna cercanía con los marginales de sus historias y en los sainetes de Armando Discépolo, la sincronía entre desencanto y estancamiento melancólico que los caracteriza.

Con “El canario”, obtuvo el Premio Clarín-Alfaguara de Novela y Bernatek se involucra con las derivaciones de la oscura dictadura argentina. Una novela de tres seres atravesados por el dolor, la delación y la angustia en la sucesión de imágenes que quedaron inmersas en la memoria de ellos, con exilios, reencuentros y reproches. El eje es un auto exiliado que retorna en los ´80 para encontrar un país y una sociedad vulnerada y desencantada. Se involucra con los primeros años del proceso con su crueldad y dolor.

Sus historias son muy cinematográficas. Sus diálogos facilitarían el trasladar a escenas el desprecio por el destino que los personajes de Bernatek exudan. Uno de sus cuentos fue llevado al cine, en un mediometraje (“Pajarito, la lluvia) filmado en Santa Fe y dirigido por Mario Cuello.

Premiado repetida y merecidamente, años atrás, en 1998, su primer libro de cuentos “Larga noche con enanos” consiguió una Mención Honorífica del Fondo Nacional de las Artes y en 2008 “Rencores de provincia” le valió el Primer Premio del Fondo Nacional de las Artes.

Bernatek, que admite influencias de la literatura de Piglia, Walsh y Mateo Booz, es con una pizca de lirismo taciturno y mucho de febril observación social, uno de los más brillantes actuales autores argentinos y su obra es absolutamente imprescindible para reencontrar el sentido humano de los seres pequeños.