Cuando Julio Cortázar interesó a su amigo y editor Francisco Porrúa con una novela que le había insumido cuatro años escribir, había publicado tres libros de cuentos (Bestiario, en 1951; Final del Juego, en 1956 y Las armas secretas, en 1959) y su primer novela (Los premios, en 1960) que se dice escribió casi completamente y ubicó su trama en el bar, hoy bar notable, London City de Avenida de Mayo y Perú, en el centro de Buenos Aires.
La novela era Rayuela. La había escrito en París, donde Cortázar estaba viviendo y se publicó el 28 de junio de 1963. Al decir de Mario Vargas Llosa en su ensayo “La trompeta de Deyá” en la Edición conmemorativa que la Real Academia Española conjuntamente con la Asociación de Academias de la lengua española, “el efecto de Rayuela cuando apareció, en 1963, en el mundo de lengua española, fue sísmico (…) Renovó hasta los cimientos las convicciones o prejuicios que escritores y lectores teníamos sobre los medios y los fines del arte de narrar y extendió las fronteras del género hasta límites impensables”.
“Rayuela” está dividida en tres partes. La primera “Del lado de allá” se ubica en París, donde el protagonista, Horacio Oliveira, deambula por los puentes de la ciudad en busca de su amante, una mujer uruguaya, Lucía, más conocida por la Maga, madre del pequeño Rocamadour, que en esta primera parte fallece.
Sobre la Maga, se ha especulado repetidamente. Cortázar la define como “desordenada, delgada, morena, desgreñada”. Miguel Dalmau, en la biografía “El cronopio fugitivo”, afirma, “un personaje con ese encanto iconoclasta no podía ser ficticio”. Según el autor la Maga sería Edith Aron, una alemana nacida en una familia judía, en Sarre al Sur Oeste de Alemania, que emigró a la Argentina antes del comienzo de la Segunda Guerra Mundial, retornando años después a Europa. Cortázar la habría conocido en la década del ´50. Para otros autores, como Miguel Herráez, la Maga “es una entelequia, una suma de mujeres”.
En esa primera parte, además de la relación amorosa entre Horacio y la Maga, éste forma parte en París del Club de la Serpiente, un grupo de amigos intelectuales que mantienen reuniones hablando sobre arte, literatura, especialmente sobre un autor, Morelli – del que se ha dicho, sería el propio Cortázar- y sobre Jazz.
La segunda parte, “Del lado de acá”. Horacio se separa de la Maga, infructuosamente la busca en Montevideo y termina recalando en Buenos Aires. Se reencuentra con su amigo Manolo y la pareja de Talita y Traveler.
Comienza a trabajar en un circo y luego en un hospital psiquiátrico. Horacio no soporta la separación de la Maga y preso de divagaciones, fantasía verla y ronda en su cabeza el suicidio, que sus amigos impiden.
La tercera parte, “De otros lados”, está conformada por, según el mismo Cortázar, capítulos prescindibles. No obstante en ellos –recortes de periódicos, citas de libros- se narran opiniones del autor enmarcadas en teorías literarias, que permiten entender pasajes de la novela; se transparenta la personalidad de Horacio; se develan aspectos de Morelli y aspectos de otros personajes.
Cortázar pensó inicialmente llamar Rayuela como Mandala, por los símbolos circulares del hinduismo y del budismo, que representan los universos internos (microcosmos) y externos (macrocosmos) utilizados en meditación para alcanzar la unidad con el ser. Finalmente optó por Rayuela, por el juego infantil. El objetivo del juego, alcanzar el cielo, es el símbolo de la utopía a la que pretende arribar Horacio.
Ha afirmado Carlos Fuentes en el ensayo “Julio Cortázar y la sombra de Erasmo”, que forma parte también de la Edición conmemorativa mencionada, que Rayuela es una “épica burlesca de unos argentinos que buscan su utopía en Europa, la circularidad de Rayuela se diseña como un juego infantil, que es la búsqueda del cielo lúdico pero, más allá del juego, aunque sin abandonarlo, es la búsqueda de una utopía.”
Rayuela ha sido considerada como la anti-novela, o contra-novela, según su autor, en función que puede ser leída secuencialmente desde el capítulo 1, inicial al 155, el final, pero hay en el texto una ruptura de la linealidad de la lectura, contiene saltos hacia atrás y hacia adelante, que necesitan la participación activa del lector.
Cortázar marcó un hito por la originalidad de su formato que incluye hasta un tablero de dirección que propone una lectura absolutamente distinta. Así, el lector, necesariamente debe integrarse en la lectura, ya que Cortázar invita a leer un capítulo alternando sus líneas; en otro capítulo introduce una lengua creada por él, el gíglico, llena de significación, de imagen, de poética, que codifica la relación amorosa entre Horacio y la Maga, y hasta el propio lector puede optar por decidir el esquema de lectura.
No obstante se puede decir que Rayuela es la búsqueda del sentido de la existencia, bajo la figura de buscar el sentido literario/narrativo de la novela. Hay una construcción de opuestos complementarios. Es al decir de Vargas Llosa en el ensayo mencionado “en Rayuela, razón y sinrazón, sueño y vigilia, objetividad y subjetividad, historia y fantasía perdían su condición excluyente, sus fronteras se eclipsaban, dejaban de ser antinomias para confundirse en una sola realidad”
Por otra parte, más allá de los numerosos personajes que conforman la historia, Cortázar menciona a otros personajes variopintos de la cultura universal como Homero, Roberto Arlt, August Comte, William Faulkner, Michéle Morgan, Picasso, Los Hermanos Marx, Octavio Paz, Greta Garbo, Edgar Allan Poe, Luis Buñuel, Jean-Paul Sartre. Y fiel a las preferencias musicales, el Jazz tiene una presencia sustancial con Louis Armstrong, Benny Carter, Duke Ellington y Johnny Dodds.
Respecto a los homenajes o referencias que algunos especialistas detectan el Rayuela, Matías Rivas, afirma que Cortázar en su novela, “recoge bastante de la tradición narrativa argentina anterior a él. Está muy influido por Macedonio Fernández, con Museo de la Novela de la Eterna”. Según Miguel Herráez, “Rayuela entronca con los giros de Roberto Artl, (…) con los otros narradores rioplatenses, pero hay una referencia inesquivable que es Adán Buenosayres, la gran novela de Leopoldo Marechal”.
Por otra parte, respecto a la relevancia de la novela, Carlos Fuentes en el ensayo mencionado, dice “Julio Cortázar y Rayuela colocan a la novela hispanoamericana en el umbral mismo de la novela potencial: la novela por venir de un mundo culturalmente insatisfecho y diverso”. Y agrega “Pues si Rayuela es una invitación a re-crear el lenguaje de nuestra modernidad, detrás de su texto, empero, se levanta el espectro de cuanto hemos sido”
Los sesenta años de Rayuela revitalizan su lugar de vanguardia, de desafío, de complicidad con el lector y permiten concluir que la singularidad de Cortázar ha estimulado a varias generaciones de escritores en arriesgarse a emular la libertad innovadora para escudriñar el infinito universo de la creación literaria.