Escritor y cineasta, Philippe Claudel cree que el lenguaje es hoy rehén de la velocidad y concibe la literatura como refugio para dar tiempo al pensamiento. Su estilo es poético, pausado y sensible. Se adentra en las esquinas más sombrías del ser humano y los complejos mecanismos que rigen sus emociones, recreándolos después con enorme sencillez.
Se ha dicho repetida y recurrentemente que la realidad supera la ficción. Asesinos seriales más crueles, encarnizados y desangelados que cualquier personaje, se constituyen en titulares de los diarios. Insensibles e intolerantes dirigentes se erigen en reales calamidades para las sociedades, superiores a maquiavélicos protagonistas ficcionales.
Pero también, como un delicado oxímoron, virtuosos intelectuales construyen ficciones que semejan realidades no siempre detectables por los lectores o espectadores en la vida real, en virtud de la destreza semántica y la enrevesada urdimbre de la condición humana.
Para muestra, un botón. Philippe Claudel es un avezado escritor y cineasta francés, nacido en 1962, originario de un pequeño poblado, Dombasle-sur-Meurthe, ubicado en la región de Lorena, cercano a la frontera con Alemania. Antes de dedicarse enteramente a escribir ficción y a la dirección cinematográfica, se desempeñó como profesor de escuela media y en la universidad. Por otra parte, se ocupó de la educación de niños enfermos y discapacitados y de presos, en Nancy. Esta última experiencia la volcó en su libro El ruido de las llaves.
Si bien comenzó a publicar casi a sus cuarenta años, sus libros obtuvieron importantes premios. Así, Petites mécaniques obtuvo en el 2003 el prestigioso premio Goncourt de Novela; Almas grises, recibió el premio Renaudot en el mismo año y, en 2007, el Goncourt de los Estudiantes por El informe de Brodeck.
El informe de Brodeck es una inquietante exploración hacia el interior de las personas y el odio, sentimiento que muchas veces se encuentra disimulado bajo mecanismos de corrección social e hipocresía cotidiana. La historia es más o menos esta. Apenas finalizada la Segunda Guerra, en un pequeño pueblo perdido en las montañas, Brodeck debe investigar el asesinato de un extranjero, mientras todos los habitantes se manifiestan culpables del hecho.
En manifestaciones públicas, Claudel ha expresado su preocupación por la ausencia de destino del hombre contemporáneo. Afirma que “hoy día el hombre se encuentra sin moral, sin dios, sin creencias. Así, resulta muy difícil constituirse como un hombre, formarse. Y es más fácil derivar hacia lo inhumano”.También alude a que le interesa colocar a los personajes frente a dilemas morales, lo que no es otra cosa que poner al lector frente a esa misma disyuntiva.
Sus historias son contadas con notable realismo y precisión. Tratan sobre la pertenencia a una comunidad determinada, o incluso a lo contrario, el extranjero que se ubica en ella; la guerra, (la Segunda) siempre está próxima en el sentimiento y utiliza formas tradicionales de narración.
Seguramente influye en eso su experiencia en el cine. Como director, ha realizado cinco filmes, destacándose Hace tanto que te quiero (2008) con las actuaciones de Kristin Scott Thomas y Elsa Sylberstein, sobre la reinserción de una mujer en su comunidad luego de estar quince años en prisión; y, Antes del frío invierno (2013) con Daniel Auteuil, Kristin Scott Thomas y Leïla Bekhti, que es un homenaje deliberado y reconocido por el propio director a Claude Sautet y sus ambientes burgueses. Esquemáticamente, un neurocirujano descubre a sus 60 años que ha transcurrido la vida con su mujer, en una jaula de cristal; un hecho azaroso desata el quiebre de una falsa y adormecida felicidad.
Con Sobre algunos enamorados de los libros, Claudel alude, en una interesante aproximación, a personajes obsesionados y sus esfuerzos para llegar a ser escritores. Habla de apasionados de la literatura, que aspiraban a escribir, pero que, por carácter, circunstancias históricas o el mismo azar, no lo consiguieron.
En El archipiélago del perro, se acerca al fenómeno migratorio y las reacciones hostiles o muy cautelosas de las sociedades europeas ante la incursión de extranjeros; y, en Inhumanos, sus personajes son elementos débiles de la sociedad (los pobres, los viejos, los enfermos, los migrantes) que son eliminados. Apunta a una actual especie de sociedad postfascista, que, bajo el paraguas de un fascismo edulcorado, no ejecuta a las personas, sino que directamente las abandona. “Se trata de una sociedad que deja de ser una sociedad”.
Por otra parte, en su último libro, titulado Fantasía alemana, en cinco relatos, se involucra con personajes germanos para reflexionar sobre las heridas del nazismo y la forma de proceder de las personas, tanto víctimas como verdugos, sometidas a condiciones extremas de espanto y dolor.
Al respecto ha dicho que “haber nacido en Lorena y seguir viviendo allí, una región que además ha sido durante siglos escenario de guerras muy importantes, me ha marcado. Desde el siglo XVII, Lorena siempre ha sido un lugar por donde han pasado guerras y masacres, desde la de los 30 años a la Segunda Guerra Mundial”.
Retornando a los conceptos de ficción y realidad, en uno de esos relatos, Gnadentod, palabra alemana que alude a una “muerte digna o sin sufrimiento físico”, se acerca a Franz Marc, un pintor expresionista alemán, de principios del siglo XX. En sus inicios, Marc se había interesado por Van Gogh y Gauguin. Más adelante, con August Macke y Wassily Kandinsky, conformó el colectivo El jinete azul, una evolución del expresionismo alemán.
A partir de una información de la subasta de dibujos inéditos de Franz Marc, Claudel crea una historia simulada sobre la personalidad del pintor y su supuesta internación en un hospital psiquiátrico. Le agrega notas de médicos y un reportaje a Wilfried F. Schoeller, biógrafo de Marc. Allí se hace alusión al Aktion T4, un pérfido programa de exterminio de enfermos mentales y personas con discapacidad que llevó adelante el nazismo, bajo la figura de “muerte digna o sin sufrimiento”.
Claudel desarrolla una ficción a partir de los hechos reales, introduciendo y dejando en evidencia la facilidad con que es posible modificar o tergiversar la historia. En este caso, por parte del régimen nazi, con el objetivo de, como dice Schoeller como personaje del relato, “el régimen intentaba deconstruir la realidad cuando ésta lo contradecía y amenazaba con perjudicarlo (…) trabajaban para destruir el presente para reescribir mejor el futuro. Ésa es sin duda la parte más diabólica de su acción, cuyas consecuencias no hemos acabado de descubrir: exterminaron a millones de seres humanos, pero también pugnaron por exterminar la memoria”.