Las relaciones familiares siempre suponen una complejidad derivada de la intensidad con que se ponen en juego los sentimientos. Es frecuente que decisiones individuales desaten conflictos o evidencien situaciones que permanecían larvadas.
Una separación implica el epicentro de una crisis que abarca a todos los integrantes de la familia. No solo los miembros de la pareja sino también los hijos que ven perturbada la cotidianeidad vivida hasta ese momento. Máxime cuando aparecen terceras personas con la complejidad que tal estado genera.
Florian Zeller es un dramaturgo y director de cine francés. Una de sus obras teatrales, “La verdad”, una comedia de típicas vueltas de tuerca y enredos temáticos fue un suceso tanto en los escenarios franceses, como en los españoles y argentinos. Tuvo también una versión cinematográfica.
Pero su obra emblemática fue “El padre”. También originada en una obra teatral que tuvo sus versiones en varios países, incluido Argentina, donde Pepe Soriano interpretó el papel principal de un anciano que pierde la memoria mientras su cuerpo se mantiene vital. La versión cinematográfica que le valió al autor el Premio Óscar al mejor guión adaptado (conjuntamente con Christopher Hampton) contó con la actuación impecable de Anthony Hopkins, también ganador de un Óscar al Mejor Actor y, de la notable Olivia Colman como su hija.
Zeller había pensado en una trilogía que abarque las relaciones familiares abordando diversas situaciones vinculadas con los procesos mentales que viven los integrantes del núcleo familiar. Mientras actualmente está adaptando su obra de teatro “La madre”, que en Francia fue interpretada por Isabelle Hupert, recientemente estrenó “El hijo”, película basada en un guion teatral de su autoría.
“El hijo” es una nueva aproximación a la problemática familiar y sus dificultades. Está interpretado por Peter (Hugh Jackman), como el padre, Kate (Laura Dern) como la madre y Nicholas (Zen McGrath) como el adolescente, eje central del relato.
El guión de la película se desarrolla a partir de la mirada del padre. Éste se encuentra sumido en intereses profesionales que lo mantienen concentrado en su carrera. Se percibe como un entusiasta triunfador. Está a punto de ascender, al proponérsele ser un asesor de un importante político, lo que supondría ser el trampolín para desafíos más importantes. Acaba de ser padre nuevamente con su segunda esposa, Beth (Vanessa Kirby) y se entera que Nicholas, que vive con su madre, hace un mes que no va a la escuela. Peter a partir de tomar conocimiento de ello intenta un acercamiento con su hijo, quien se encuentra sometido a una gran angustia y un desinterés por la vida.
El padre sigue manteniendo una buena relación con su ex-esposa. Del diálogo surge que Nicholas no se siente cómodo viviendo con su madre. Y le pide a Peter ir a vivir con él. Es una solución que todos creen positiva y que comprenden ayudará a regularizar la vida del hijo.
No obstante, nada es lo que parece. Y la convivencia entre el adolescente y la nueva pareja del padre no tarda en exteriorizar los reproches que el joven tiene para hacerle a su progenitor, sobre todo la separación de su madre y si se quiere por el segundo plano que él ha adquirido en la vida y consideración de su padre. Además, los acontecimientos, lejos de alejarlo de su desazón, vuelven a sumirlo nuevamente en una aguda depresión y en frecuentes atentados contra su integridad física.
La situación lejos de resolverse, se complica de forma tal que la resolución parece tornarse más compleja y dramática. Los padres de Nicholas se descubren impotentes y, en parte, desesperados ante una situación que se entrevé ardua y problemática. El planteo temático del autor desborda verosimilitud y concreta una realidad que se vislumbra absolutamente habitual.
Si bien, a criterio de los críticos, la película no está a la altura de “El padre”, mantiene el interés durante toda la duración.
El film está basado en un guión firmado también además de por el director, por Christopher Hampton, y el tratamiento no hace más que reforzar la preeminencia que tienen los sentimientos y las relaciones humanas por sobre las convenciones sociales que parecen adormecer los conflictos que anidan en el interior de cada persona.
Pero fundamentalmente pone el centro de la mirada, y si quiere, del debate, en la necesidad de un análisis desprendido de individualismos y que considere la particular idiosincrasia y sentimentalismo que cada persona posee.
Anthony Hopkins tiene un papel sustancial en este film como el padre de Peter. Le basta una escena con una conversación entre ambos para mostrar su indolencia y desidia en la relación fría e hierática que ha mantenido siempre con su hijo, lo que, en parte, podría dar alguna pista respecto a las razones, profundas, que podrían motivar la distante y fría relación que se ha venido dando entre Peter y Nicholas.
Esa frialdad que Peter ha recibido en la relación con su padre, lo ha marcado. La negación o incomprensión de la realidad parece ser una constante en su vida. No acierta en encontrar el camino más adecuado para relacionarse con su hijo y evacuar convenientemente los problemas que éste no consigue superar. El tránsito por los institutos de contención de la depresión juvenil no es sencillo y tanto Peter como Kate se muestran como incapaces de tomar las mejores decisiones.
Los sentimientos a flor de piel generan los gritos exacerbados y los silencios que se alternan en las escenas. La música de Hans Zimmer, es un elemento intrínseco al drama y conforma un ambiente que luce conmovedor y no hace más que reforzar el sentido de la película.
En “El hijo” es posible encontrar, una ocasión para auto interpelarse respecto a qué grado de reflexión y comprensión madura, equilibrada y contemplativa se tiene frente al desafío de una vida familiar compleja sentimental y afectivamente en una realidad contradictoria y dinámicamente inestable.