La longevidad es una cualidad que ha venido transformando la fisonomía de las sociedades. Si bien se perfecciona con mayor asiduidad en las clases sociales que pueden mantener una vida saludable desde todo punto de vista, comprendiendo el acceso a la salud, cultura, sociabilización y economía sustentable, algunos avances en la medicina, han generado una mejora en la edad promedio de los habitantes de, prácticamente, todo el planeta.
En el arte hay numerosos casos de grandes creadores que siguen gestando obras, en edad qué en décadas anteriores, significaría el retiro. Así, el pintor Luis Felipe Noé con noventa y un años continúa inaugurando muestras. Paul Mc. Cartney, Eric Clapton, Rolling Stones, Roger Waters siguen actuando en escenarios convocando multitudes, derrochando talento y deslumbrando con sus interpretaciones en conciertos de más de dos horas de duración.
Por eso se ha convertido en una anomalía que un artista, en lozana plenitud, resuelva abandonar los escenarios. Por tal razón, sorprendió que Joan Manuel Serrat, un año antes de cumplir ochenta, el 23 de diciembre de 2022, se despidió con su último concierto en el Palau Sant Jordi de Barcelona, el estadio más importante construido para los Juegos Olímpicos de Barcelona de 1992.
Las mesas de saldo de las librerías mantienen su encanto. Buscando entre tantas fútiles y desmejoradas novedades rápidamente desechadas de las mesas principales, es posible rescatar algunas sorpresas que, injustamente, fueron ignoradas por los lectores.
Tamara Smerling, joven periodista, redactora de espectáculos en varias publicaciones, como El ciudadano y en radio Dos de su localidad natal, Rosario; además de colaborar con las secciones Espectáculos, Educación y Sociedad de los diarios Clarín, Perfil y Crítica. Ha publicado artículos en revistas como Rolling Stone, Caras y Caretas y produjo programas culturales en Canal (á), History Channel y Canal 7. Es la autora de un libro rescatado de una mesa de saldo, “Serrat en la Argentina. Cincuenta años de amor y aventuras”.
En ese libro, la autora aborda no solo la extendida, en el tiempo, relación entre Serrat, sus amigos y su público en Argentina sino además hace una prolija descripción de la trayectoria del cantautor desde su aparición en la escena española. Lo hace a partir de una prolífica consulta con diarios, revistas, documentales, menciones en libros, archivos históricos y entrevistas con personas que hayan compartido escenas de la vida de Serrat.
Es posible, entonces, encontrarse con datos y referencias conocidas con otras que se han perdido en el tiempo y, qué en parte, pueden ser ignotas para los más fieles seguidores del artista.
Se cuenta la infancia en el Poble Sec, su barrio natal, la incursión en las radios y la televisión de España, las primeras actuaciones de Serrat en Argentina en el programa “Sábado de la bondad” conducido por Héctor Coire por Canal 9 de Buenos Aires en 1968; la relación que, durante muchos años vinculó al catalán con Alfredo Capalbo, importante productor de espectáculos en Argentina, quien, a su vez, con el tiempo se probó que tenía una vinculación estrecha con miembros de la dictadura argentina. Capalbo trajo a Ray Charles, Duke Ellington y coordinó varias actuaciones de José Luis Perales, Django, Manolo Galván y Julio Iglesias, entre otros, en Argentina. Los primeros conciertos de Serrat se cuentan en el marco de una radiografía de época: los bailes de carnaval en los clubes a fines de los ´60 y comienzos de los ´70.
Por otra parte, se refiere al origen humilde, obrero y republicano de los padres de Joan Manuel. “Nací en una familia de perdedores, como tantas de España. Mi padre, cuando la sublevación de Franco contra el gobierno constitucional de la República, se alistó en el Ejército Republicano, hasta que cayó prisionero y estuvo en el campo de concentración de Orduña en Burgos. Mi madre quedó huérfana en la guerra, prácticamente media familia fue asesinada por las tropas de Franco”, transcribe la autora de un reportaje realizado a Serrat por la televisión francesa.
La oposición a la sujeción y el horror de las dictaduras, sumado al compromiso con Cataluña llevó a Serrat a intentar cantar, representando a España, “La, la, la” en catalán en el Festival de Eurovisión de 1968. En el concurso para definir cuál la canción que iba a representar al país, se optó entre “Nos falta fe” de Juan y Junior; “El titiritero” de Serrat y “La, la, la” del Dúo Dinámico. El jurado eligió esta última canción pero debía ser interpretada en el Festival por Serrat. La postura de éste, provocó una conmoción, con opiniones críticas a su decisión tanto por querer cantar con un idioma “provinciano” como, por el contrario, someterse a representar a la España de Franco. Finalmente, Serrat dijo que no iría a Londres, donde se desarrollaba el Festival si no cantaba en catalán. Ante la negativa, no fue y se lo reemplazó por Massiel, quien a la postre, ganó el premio en el Festival.
Se narra también en el libro el acercamiento a los poetas, Antonio Machado y Miguel Hernández, homenajeándolos con sendos trabajos discográficos, luego de la senda que había iniciado Paco Ibañez al sumarle música a textos de la poesía española, desde el Mio Cid, en adelante.
También hay una aproximación a un tema que nunca grabó Serrat oficialmente, “La montonera”. En el libro se especula respecto a quien homenajeaba el cantante con ese tema, habida cuenta de la vinculación que habría tenido con militantes montoneros, a los cuales ayudó en España. Entre ellos podría haber estado Marie Anne Erize, con quien se presume tuvo un romance. Se discurre en relación a la verdadera razón de la persistente negativa a grabar el tema.
Por otra parte, tiene un apartado la confusa situación que se generó cuando David Blaustein utilizó en la banda sonora de su película “Cazadores de utopías” la única versión existente del tema, que fuera grabado en un cassete presuntamente por Alberto Amato en una habitación del hotel donde se alojaba Serrat en Buenos Aires, en 1973. “No he dicho nunca el nombre y no lo haré ahora, porque representa a todas las mujeres asesinadas. No solo es una muchacha que muere. Es una muchacha que muere por una idea, por un pensamiento tan fuerte que a pesar de no sentir admiración por quien la dirige, ella sigue peleando”, dijo Serrat. Los montoneros habían divulgado un disco simple, que en uno de sus lados, tenía ese tema.
El libro abarca la transición por la enfermedad que lo mantuvo alejado de los escenarios un tiempo; la relación amistosa, de muchos años, de Serrat con Fontanarrosa, Victor Heredia y los integrantes de Les Luthiers, entre otros. La prohibición de la difusión de sus temas en la dictadura. Las frecuentes visitas a la Argentina, el recorrido habitual por los estadios de futbol y los restaurantes, los affaires con mujeres, el compromiso con los organismos de derechos humanos, y por otra, en los últimos años, la relación comercial con el grupo Clarín y, en España, la controversia que generó su oposición en 2017 al referéndum en Cataluña por la causa independentista, cuando dijo en una conferencia en Chile: “la convocatoria del referéndum en Cataluña no es transparente porque está creada con una ley elaborada por el Parlament pero a espaldas de los demás miembros del Parlament. Este tipo de referéndum a mí no me da la sensación de que pueda representar a nadie”.
El reciente galardón del Premio Princesa de Asturias ha obligado a Serrat salir de sus descansos en la casa de Menorca o sus recorridas por sus viñas de La Morera de Montsant para recibir y agradecer el premio en Oviedo. En esa ocasión hizo un encendido y enternecido mensaje que más que discurso es una expresión de principios cuando, con voz emocionada afirmó que “Creo en la tolerancia. Creo en el respeto al derecho ajeno y el diálogo como la única manera de resolver los asuntos justamente. Creo en la libertad, la justicia y la democracia. Valores que van de la mano o no lo son. Tal vez por eso no me gusta el mundo en que vivimos, hostil, contaminado e insolidario donde los valores democráticos y morales han sido sustituidos por la avidez del mercado, donde todo tiene un precio. No me gusta ser testigo de atrocidades sin unánimes y contundentes respuestas.”
Volviendo al libro de Tamara Smerling su lectura nos sumerge en los últimos cincuenta años de Argentina y España, con la centralidad del gran cantor qué resuelto a abandonar los escenarios en plena capacidad creativa, y en una relación que muchos de los argentinos comprendemos central porque la sensibilidad de las letras en Serrat nos ha acompañado en todos estos años.