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Fue Sabrina, la hija del chofer de un millonario que enamora a sus dos hijos. Fue la princesa Ann que estaba dispuesta a vivir sin protocolo en una Roma mágica. Fue Holly, la acompañante de lujo que en Manhattan encuentra el amor en su vecino escritor. Fue Eliza, la criatura que un pigmalión aspira modelar a su gusto sin conseguirlo.

Pero siempre, fue Audrey Hepburn. Nacida Audrey Kathleen Ruston en una familia acomodada de Bruselas, Bélgica, se convirtió en una de las actrices más valoradas y bonitas del cine en el siglo XX. Audrey Hepburn nació en Ixelles, un suburbio de la capital belga. Su padre, de origen inglés, trabajaba para una empresa de seguros de su país y había recorrido gran parte de las naciones que actuaban bajo la órbita de la Comunidad Británica de Naciones. Su madre, cantante amateur de ópera, Ella van Heemstra, descendiente del rey Eduardo III de Inglaterra e hija de quien fuera gobernador de la Guayana holandesa, poseía el título nobiliario de baronesa.


Hacia 1934, cuando la familia se radicó en Inglaterra, el padre de Audrey evidenció su simpatía por la ideología nazi, como algunos aristócratas ingleses; despilfarró parte de la fortuna de su mujer y finalmente la abandonó. “El origen del día” es un libro de Eric Vuillard que narra cómo en 1934 un grupo de empresarios y aristócratas alemanes se reunieron para concretar una estrategia de apoyo económico con el nacionalsocialismo. Hechos similares sucedieron en las islas británicas.

Oro en barras

Durante la Segunda Guerra Mundial que Audrey vivió en Arnhem, en los Países Bajos junto a su madre, tomó conciencia de la crueldad de la situación, pasó hambre como un gran sector de la población. Si bien siempre fue delgada, en esos años su peso era de cuarenta y cinco kilos. En interés por la humanidad, se involucró con acciones solidarias y se conmovió con la deportación y envío a los campos de concentración en trenes a la población judía. La historia de Ana Frank la marcó por tener su misma edad

Superado el amargo escollo de la conflagración, ya con su nombre artístico Audrey Hepburn estudió y comenzó a desarrollar una carrera de bailarina en Inglaterra. Sin embargo, su primer contacto con la cámara, fue en Amsterdam, luego que cambiara su apellido por Hepburn, el de su bisabuela, y consistió en un corto, “Holandés en 7 minutos”, que le abrió las puertas para incursionar en el modelaje y lo que fue más trascendente, le abrió las puertas de la actuación.

Así participó en Londres en una comedia musical que tenía la coreografía de Jerome Robbins; participó en otras comedias, en programas de televisión y luego de su debut en “Oro en barras” (1951) junto a Alec Guiness, se desempeñó en papeles menores de películas inglesas.


Su primer papel descollante fue “La princesa que quería vivir” (1953), deliciosa película filmada en Roma. Las numerosas escenas callejeras permitieron difundir mundialmente a una ciudad que comenzaba a mostrar una recuperación después de la destrucción de la guerra. Su papel era el de una princesa que quería escapar del pegajoso y rígido protocolo y disfrutar como una turista más de la Ciudad Eterna. Gregory Peck, un periodista al que circunstancialmente conoce, le ayuda en su propósito y se conforma una pareja que es recordada por lograr una de las mejores comedias románticas del cine.

Vacaciones en Roma

William Wyler, habitual director de comedias la eligió, a pesar que el interés de los productores era Elizabeth Taylor y tal papel le valió el Premio Oscar de la Academia como mejor actriz. El guión había sido escrito por Dalton Trumbo, uno de los autores incluidos en la maccarthista lista negra de esos años, por lo que en los créditos del film aparecieron como guionistas Ian McLellan Hunter y John Dighton, los que recibieron el Premio Oscar como mejor guión. En 1993, póstumamente, la Academia le concedió un Premio Oscar a Trumbo y desde ese momento en las versiones que se exhiben aparece su nombre en los créditos.


Un año después, Billy Wilder, otro gran director de comedias, la dirigió en “Sabrina” (1954). La hija del chofer de acaudalados hermanos de Long Island es disputada entre ambos. Humphrey Bogart y William Holden eran hermanos de caracteres opuestos y el encanto de la chica humilde que se transforma en una dama sofisticada y elegante los incita a competir por su amor, con todo el aditamento de una hermosa comedia romántica.

Desayuno de diamantes

El papel de Sabrina le confirió a Audrey una nominación al Premio Oscar que finalmente obtuvo Grace Kelly por “La angustia de vivir”. Con esa película Audrey Hepburn comenzó su relación con Hubert de Givenchy. Fue la imagen de varios de sus perfumes y “L´interdit”, está inspirado en ella. En 1995, Syned Pollack realizó una remake de “Sabrina” con la actuación de Julia Ormond, Harrison Ford y Greg Kinnear.

En 1961 protagonizó “Desayuno con diamantes”, un papel consagratorio bajo la dirección de Blake Edwards, basado en un libro de Truman Capote. Capote ya era un escritor reconocido y valorado por el mundillo artístico, pretendía que ese papel sea interpretado por Marilyn Monroe, porque decía que lo escribió pensando en ella. Pero el director y la producción lo convencieron de la opción por Audrey y el papel de la acompañante de lujo que brega por lucirse en Manhattan y se enamora de un vecino escritor se convirtió en otro de sus grandes actuaciones. Dijo la protagonista que era el papel más “jazzero” de su carrera y sumando sugestión y encanto, en una escena recordada, interpreta “Moon River”, sentada en una ventana con una pequeña guitarra. También fue candidata al Premio Oscar, que ganó Sofía Loren con su notable actuación en “Dos mujeres”.

Luego de protagonizar en “La calumnia” (1961), una relación entre dos mujeres conjuntamente con Shirley Mac Laine y dirigida por Willam Wyler, Eliza Doolittle fue su papel en “Mi bella dama” (1964). Ésta es una comedia musical, versión del Pigmalión de George Bernard Shaw, dirigida por George Cukor, con Rex Harrison como el profesor que transforma a la humilde y simple florista que encarna Hepburn en una fina dama de la sociedad.

Mi bella dama

Su labor humanitaria como embajadora de UNICEF en defensa de los derechos de los niños le permitió recorrer el mundo, en los años en los cuales ya era consagrada como actriz, recaudar fondos para esa causa y llamar la atención de la necesidad de la orfandad que millones de niños padecen en muchos países.

Audrey Hepburn que es un ícono de la mujer bonita, talentosa y solidaria, que pudo superar el dolor de las injusticias y la muerte de la guerra, y conquistó el corazón de millones con actuaciones conmovedoras, falleció el 20 de enero de 1993 en Tolochenaz, una comuna de poco más de mil habitantes en el cantón de Vaud, en Suiza.