“Zama” de Antonio di Benedetto, una de las novelas argentinas más trascendentes del siglo XX, trata sobre la espera. Pero no cualquier espera, sino la lenta, desgastante, acaso infructuosa espera. La espera que resulta deshumanizante.
Antonio di Benedetto, fue un autor mendocino nacido en 1922. Reconocido como maestro, por grandes escritores como Juan José Saer, Jorge Luis Borges y Ricardo Piglia entre otros, ha conformado una fecunda trayectoria conjugando labores periodísticas con novelas y cuentos de refinada eficacia.
No obstante, “Zama”, la historia ficticia de Don Diego de Zama, asesor letrado del gobierno colonial del Virreinato del Río de la Plata, reside (sin que lo nombre expresamente el autor) en Asunción del Paraguay y espera no solo sus estipendios sino también la decisión de su traslado (a Buenos Aires o Santiago de Chile, según dice), que el Gobernador le ha prometido largamente, para encontrarse con Marta, su mujer y acceder a un cargo de mayor importancia.
“Zama” es una parsimoniosa espera y una intrínseca soledad. La novela está dividida en tres partes que se identifican con los años en los cuales transcurre la historia: 1790, 1794 y 1799. Cada una de ellas presenta un Diego de Zama distinto, en personalidad, actitudes y atenciones y el autor emplea en cada una de ellas, lenguajes, percepciones y semántica distintas.
En 1790, la prosa es poética, edulcorada, intensamente elaborada, con un tono castizo heredero del Siglo de Oro y un protagonista ansioso en su espera, refinado en sus procederes, cuidadoso con las mujeres y ambicioso en sus expectativas. Tal como Vladimir o Estragon en “Esperando a Godot”, Zama permanece en un estado de esperanza en una llegada que se dilata y enturbia sus días.
El autor utiliza la primera persona para desnudar la personalidad afanosa pero confiada del que espera.
Y en los detalles que configuran la esencia de la novela, se percibe un hombre agresivo en lo que en esos tiempos se acostumbraba, receloso al extremo, atraído por las mujeres (españolas, dirá, lo que le motivará algún reparo en los ámbitos sociales que frecuenta) pero imbuido de su amor por la Marta ausente. Marta, incluso, con la que intercambia amorosas esquelas y que ha tenido que desprenderse de enseres personales para subsistir porque los estipendios de Zama se retrasan sumiéndolo en una pena difícil de soportar.
En el particular juego ambivalente con las mujeres que Zama frecuenta se vislumbra un enconado intento por ganar el favor de mujeres casadas que a su vez coquetean con el asesor con una indisimulable dosis de lascivia y seducción que lo inquietan y mantienen en un estado de ansiedad permanente sin concreción real.
Di Benedetto juega con la realidad histórica pergeñando una ficción imaginativa que mucho podría de tener una similitud con los hechos que se dieron en la Asunción colonial. Elabora un ambiente con el calor propio de la región y suma términos del lenguaje guaraní que le imprime una connotación oportuna.
En la segunda parte (1794), que acontece con similar parsimonia, cuando todo transcurre aparentando que no pasa nada. Zama continúa esperando lacónicamente pero su ansiedad (no siempre expuesta) lo lleva a involucrarse con algunas personas que desprecia. Incluso, nace en él el deseo de la paternidad por encima de la fidelidad a su Marta lejana. Somete aviesamente, también a otros personajes para consumar sus objetivos. Y Di Benedetto adecua el lenguaje a una realidad más licenciosa, más próxima y menos ideal, armonizando un descenso en la aspiracional pretensión de un personaje que va deteriorándose paulatinamente.
En la última parte (1799) todo se desbarranca. Zama continúa esperando pero su decadencia física y moral es evidente. Abandona la comodidad de sus aposentos ciudadanos y se involucra en conseguir la detención o muerte de Vicuña Porto, un traidor a la causa colonial. Sus objetivos iniciales se han deshilachado, solo cumplir con los designios del Gobernador lo mantienen interesado. Y el autor recurre a un lenguaje más llano, más pedestre y el laconismo llega a su punto más neurálgico.
“Zama” es, según Juan José Saer, “por su concepción narrativa, comparable a las obras mayores de la narrativa existencialista, como La náusea y El extranjero. Yo creo, sin embargo –sigue afirmando Saer-, que por las circunstancias en que fue escrita y la situación peculiar de la persona que la escribió, Zama es en muchos sentidos superior a esos libros”.
Zama fue publicada en 1956. Lucrecia Martel en 2017 la llevó al cine con Daniel Gimenez Cacho, Lola Dueñas, Daniel Veronese, Rafael Spregelburd y Juan Minujin entre otros actores.
Selva Almada publicó “El mono en el remolino (Apuntes sobre el rodaje de Zama)” un particular trabajo con notas, anécdotas y reflexiones referidas a la filmación de la película y el dramaturgo Rafael Spregelburd llevó y luego también publicó un diario personal sobre su labor en la película, titulado “Diarios del Capitán Hipólito Parrilla”.
Antonio di Benedetto fue perseguido, encarcelado y torturado por la cruel dictadura que se instauró en el país en 1976, se exilió en Francia y en España, falleció en 1986 cuando ya había retornado al país. Publicó libros de cuentos notables como “Caballo en el salitral” y “El juicio de Dios” y novelas como “El silenciero” y Los suicidas”. Su excepcional calidad como narrador ha motivado a Jorge Luis Borges enviarle una misiva diciéndole “Usted ha escrito páginas esenciales que me han emocionado y que siguen emocionándome”.¹
¹Jorge Luis Borges en las dedicatorias de “Caballo en el salitral” de Antonio Di Benedetto, Ed. Bruguera, Barcelona, 1981, pág.9