Cuando George Orwell, en 1948, publicó la novela distópica 1984, le dio forma, entidad y significancia a la vigilancia masiva, en cierta forma, perpetua y a la manipulación de la información con la instauración del Gran Hermano que todo lo sabía y todo lo controlaba. En la literatura y el cine se sucedieron historias que hablaron de distintas formas de escuchas, seguimientos y vigilancias.
Una película que, hace cincuenta años, el 7 de abril de 1974, tenía su première en Nueva York, “La conversación”, dirigida por Francis Ford Coppola, narra lo que aparentemente era una tarea normal y habitual de un espía profesional, especialista en escuchas.
Harry Caul, interpretado por Gene Hackman (tal vez en la mejor actuación de su carrera) es un experto en escuchas que trabaja para clientes públicos y privados. Es solitario, obsesivo, antisocial, pero altamente minucioso en su trabajo y valorado por sus contratistas.
Junto a un equipo, fue contratado por un privado para grabar una conversación de una pareja en Unión Square, una plaza de San Francisco. Luego de escuchar las grabaciones varias veces, Harry cae en la cuenta que, de ellas, surgiría información que no estaba prevista y que podría ser que esa pareja se encontrara en peligro de muerte, siendo él una posible e involuntaria herramienta para que se configure el hecho.
Luego de sucesivas escuchas de la conversación grabada en la plaza, con la ayuda de su colaborador Stan (John Cazale) consigue depurar del ruido ambiente una frase que dice la pareja y lo inquieta “Nos mataría si tuviera oportunidad”.
Harry, como es propio para quienes llevan adelante esas actividades, tiene una dosis de paranoia. Mantiene conversaciones telefónicas desde teléfonos públicos y al aparato que tiene en su casa, no lo usa y lo mantiene escondido en un cajón de su escritorio.
En el desarrollo de la trama, participa de una convención de técnicos de vigilancia y seguridad en la cual se promociona los avances (para la década del ´70) en materia de aparatos y tecnología más sofisticada. En ese ámbito descubre que la técnica irá afectando y modificando la metodología de las grabaciones, las filtraciones, los seguimientos.
Todo comienza a enredarse para Harry cuando en su domicilio, recibe un llamado enigmático: «Sabemos lo que usted sabe, mister Caul. Por su propio bien, no se involucre más. Estaremos escuchándolo». A partir de allí, Harry pasa a considerarse (o ser) perseguido. Es el cazador, cazado. Desconoce si alguien ha ingresado a su departamento y dónde está ubicado el micrófono con el que lo estarían escuchando. Preso de desesperación, destruye no solo el empapelado de las paredes de su departamento sino prácticamente todos los enseres del mismo.
La película con guión del propio Coppola, que obtuvo la Palma de Oro en Cannes, adquiere un suspenso respecto a las motivaciones de las escuchas a Harry y éste, en ese marco de cataclismo emocional recurre al sexo ocasional y al saxo para mitigar, infructuosamente, la intranquilidad que lo tortura internamente.
“La conversación” es una puesta en claro de la orfandad del hombre ante el poder. La inocultable vulneración de la intimidad que hoy, se percibe sin duda, ingobernable. La expresión cabal de la indefensión frente a los atropellos y el desamparo manifiesto de una sociedad que se muestra absolutamente superada.
Como la crítica ha expresado “es una película profética sobre los problemas morales en juego cuando la tecnología supera nuestro conocimiento sobre cómo usarla y controlarla”.
Es oportuno recordar el contexto en el cual se estrenó este film. Dos años antes, el 17 de junio de 1972 se descubrió que en el Comité Nacional Demócrata en el Hotel Watergate en Washington se había montado una red de escuchas, lo que motivó la detención de cinco hombres que habían participado de tal hecho.
Cuando avanzó la investigación, se comprobó el involucramiento del gobierno del presidente republicano, conservador y anticomunista Richard Nixon, que había sido el vicepresidente de Dwight Eisenhower, desde 1953 a 1961 y transcurría su segunda presidencia dado que había sido reelecto en 1968. En abril de 1973, Nixon aceptó la responsabilidad de su gobierno en las escuchas y por tal razón, dispuso la destitución de funcionarios que habían sido implicados.
No obstante, su reticencia a colaborar con la justicia, al no entregar grabaciones que lo comprometían, incluso haciendo desaparecer alguna, hicieron que se comenzara con el juicio político que, ante la falta de sustentación de sus argumentos y la ausencia de apoyo político, llevó a que el 8 de agosto de 1974 presentara su dimisión, siendo hasta el momento, el único presidente norteamericano que lo hiciera en ejercicio del cargo, siendo reemplazado por su vicepresidente, Gerald Ford.
Por todo ello, la opinión pública de ese país y de todo el mundo se encontraba altamente conmovida con la situación, lo que permitió que la película al estrenarse contara con notable repercusión.
Coppola ha manifestado repetidamente que “La conversación” es, a su criterio, su mejor película, lo que no es poco decir respecto a quien realizó la zaga de tres películas de “El padrino” y “Apocalypsis now”, dos obras de arte, además de varios films de gran factura.
Por otra parte, Coppola había denominado al personaje como Harry Call (por llamada) y por un error de transcripción del guión quedó Caul. En una primera instancia el actor que le interesaba al director era Marlon Brando luego de su actuación en “El padrino”. Sin embargo, la actuación de Hackman es impecable y cumple acabadamente con la personalidad del personaje.
Respecto al escándalo del Watergate, en 1976, Alan J. Pakula realizó “Todos los hombres del presidente” con las actuaciones de Dustin Hoffman y Robert Redford en los papeles de los periodistas Carl Bernstein y Bob Woodward contando con la investigación que ambos reporteros hicieron y publicaron en el Washington Post, con las filtraciones que Mark Felt, el N° 2 del FBI, en esos años, bajo la cobertura del seudónimo “Garganta profunda” les hiciera llegar.