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El cine francés es frecuentemente reconocido como un cine que se ha encargado de representar a la burguesía. Películas que atienden a la vida de profesionales, intelectuales, artistas, empleados de un trabajo bien remunerado, miembros de una clase media instruida y formada. La nouvelle vague ha configurado su influencia en el cine contemporáneo representando esa clase.

No obstante, un grupo de directores se ha involucrado con lo que sucede en las calles, involucrándose con las preocupaciones sociales, incursionando en la temática de la clase trabajadora e incluso de la irrupción de los inmigrantes en la sociedad francesa. Stéphane Brizé, Robert Guedigian y los hermanos Dardenne (si bien, éstos son belgas francoparlantes) son algunos (los más representativos) de esa corriente de cine social.

Laurent Cantet, fallecido el 25 de abril de este año, fue un director de cine que formó parte de esta última corriente e incursionó en un cine que reflejó los conflictos laborales y educativos vigentes en Francia, como en el resto de Europa. Había nacido el 11 de abril de 1961 en el pequeño pueblo de Melle, en la región de Nueva Aquitania, en el centro oeste de Francia, se capacitó obteniendo un máster en audiovisuales en Marsella y ya en París estudió en el Instituto de altos estudios cinematográficos desde 1984.

El Instituto de altos estudios cinematográficos fue creado en 1943 por Marcel L´Herbier y desde 1986 se llama La Femis. Sus profesores fueron el conocido historiador de cine Georges Sadoul y el teórico Serge Daney y en esa alta casa de estudios se han formado varios de los miembros de los directores de la nouvelle vague, entre ellos Louis Malle, Alain Resnais y por otra parte Claude Sautet, Costa-Gavras, Theo Angelopoulos y más recientemente Francois Ozon.

Cantet siempre tuvo una concepción muy clara de la conflictividad laboral y comenzó con “Recursos humanos” (1999), luego de dos cortometrajes, una filmografía que conformó una trayectoria de notable valor emotivo y moral.

“Recursos humanos” es la historia de un joven de familia obrera que habiéndose capacitado vuelve al pueblo natal a trabajar en la fábrica donde debe encargarse de un proceso de despido (o frecuente y arteramente llamado optimización) de algunos trabajadores, uno de ellos, su propio padre, veterano empleado de esa empresa. 

El desafío que se le presenta al joven protagonista, de familia obrera, que se ha capacitado en relaciones humanas, y en plena discusión sobre la jornada laboral de 35 hs. semanales en Francia retorna a su pueblo para hacer una pasantía en el departamento de Recursos Humanos de una fábrica en la que trabaja su padre desde hace más de treinta años. Se le encomienda hacer un análisis y recomendación de optimización laboral en la fábrica y la recomendación que le han transmitido para encontrar una solución a los planteos empresarios y la relación con los sindicatos. Su padre se siente orgulloso de su hijo y espera verlo triunfar como ejecutivo de la fábrica. Al poco de comenzar su tarea, Frank, el hijo descubre que su trabajo es convalidar una reestructuración que implicará el despido de muchos empleados, incluyendo a su padre. El conflicto moral, de intereses y personal se entrecruza con notable realismo. 

Cantet afirmó que el tema nació de “sus creencias, quizá porque provengo de una familia de militantes”.  Y que el título es una reacción al cinismo que supone la expresión Recursos Humanos. “Un ser humano es administrado del mismo modo que uno administra un surtido de mercaderías o el capital”.

La película, con un estilo notablemente elocuente y directo, obtuvo el premio en la sección Nuevos Directores en el festival de San Sebastián y ganó dos premios César, uno de ellos para el protagonista, Jalil Lespert como mejor actor revelación, el mayor galardón del cine francés y el otro como Mejor Ópera Prima.

La trayectoria de Cantet continuó con “El empleo del tiempo” (2001). Para este film tuvo en cuenta un caso real, el de Jean-Claude Romand, un mitómano que engañó a su familia y amigos durante varios años con un empleo en la ONU, que nunca tuvo. Afirmaba también ser médico e investigador cuando en realidad nunca había concluido con la carrera de medicina y sobrevivía en base a estafas a sus allegados. No obstante, la visión del director enhebra una serie de interrogantes respecto al tiempo y la afectación del mismo a lo importante o a banalidades. Genera la disquisición en cuanto al tiempo para el empleo productivo y a la pérdida del tiempo en ocio. 

Le suma también Cantet una visión en función a las relaciones laborales, la subestimación del valor del ser humano frente a la demanda rentística y el descubrir la motivación de cada acción del hombre. En una sociedad sometida a una enorme competencia, las personas sucumben frente al paso del tiempo, el que se torna imperceptible pero a la postre se siente como una pérdida irrecuperable. El enfoque no dista de una preocupación cotidiana: el tiempo, en las sociedades occidentales y en los tiempos modernos, se encuentra atravesado y configurado por las relaciones laborales. Y existe, importa y es valorado, en ese marco y con ese destino.

Respecto a las motivaciones del protagonista, Cantet ha dicho “No me interesa si existe el mal. Lo que me interesa es intentar entender los mecanismos de las personas y para conseguirlo lucho por no entrar en juicios morales. Como dice Renoir, cada uno tiene sus razones. Y son esas razones las que quiero estudiar”. Esta vez, Cantet recurre a actores y actrices con trayectoria en el cine, como Aurélien Recoing como el protagonista principal y Karin Viard como su esposa. Por otra parte, el director recibe el León del Año por el Cine del Presente en el Festival de Venecia por esta película. 

El caso de Romand, quién acabó asesinando a su esposa e hijos, lo relató Emmanuel Carrère en “El adversario”, que también fue una película de 2002, dirigida por Nicole Garcia e interpretada por Daniel Auteuil y “La vida de nadie” de Eduard Cortés.

La siguiente película de Cantet, “Bienvenidas al paraíso” (2005) es un acercamiento a la problemática social de la dictadura de Baby Doc Duvalier en el Haití de los años 80. Tres mujeres turistas de cincuenta años (Charlote Rampling, Karen Young y Louise Portal) se alojan en el hotel “La petite anse”, en una playa en las afueras de Puerto Príncipe, en plan de turismo sexual. Se involucran con un joven de dieciocho años que le permitirá conocer la feroz dictadura y la miseria de ese país.

Con “La clase” (2008), Cantet consigue una de sus películas más reconocidas y valoradas. La historia está basada en el libro semi-autobiográfico de Francois Bégaudeau, un profesor de educación media, el Instituto Dolto, en un barrio marginal y multicultural de París que, además de enseñar la lengua francesa, oficia de tutor de la clase, explorando la posibilidad de interesarlos por desarrollar el pensamiento crítico, con una base mínima de respeto mutuo. En su accionar debe enfrentar las dificultades de convivir con alumnos con orígenes sociales y diferentes etnias que cuestionan la autoridad del profesor. 

Cantet contó con veinticinco alumnos de un instituto parisino a los que les hizo participar de un taller para conformar el plantel de la película, la que se filmó íntegramente dentro de las aulas en aras de una interrelación social en el marco de la órbita de actuación del profesor. De ahí, el título original “Entre les murs (Entre los muros)”. La película es una especie de documental aunque no deja de ser ficción, basada, eso sí, en un lenguaje plano, directo que exhibe la relación nada serena y apacible entre profesor y alumnos. Cantet ha confesado que “buscaba los momentos de tensión dentro del aula y ver cómo se resolvían. Los adolescentes son bastantes más listos de lo que yo era a su edad. La agresividad del profesor es una forma de reconocer que los alumnos merecen ser tratados como iguales. Al provocarles les permite pensar. Aunque yo no diría que es agresividad lo que aplica con ellos, sino ironía y verdad”. El propio Bégaudeau fue el protagonista principal de la película, además de ser co-guionista con el director y con Robin Campillo.

“La clase” obtuvo la Palma de Oro del Festival de Cannes, que no la recibía una película francesa desde hacía 21 años y fue candidata como Mejor película extranjera en los Óscars de la Academia.

Luego de la película grupal “7 días en La Habana” (2011) en participaron varios directores, entre ellos Juan Carlos Tabío, Elia Suleiman, Gaspar Noe, Pablo Trapero y Julio Medem, cada uno de ellos con un segmento; Cantet realizó basado en un libro de Joyce Carol Oates “Foxfire” (2012) sobre un grupo de chicas en un barrio de Nueva York en la década del ´50. Y en 2014, realiza “Retorno a Ítaca”, una adaptación de un fragmento de “La novela de mi vida” del cubano Leonardo Padura, respecto a cinco amigos que se reúnen en una azotea de La Habana, para festejar por el regreso de Amadeo tras 16 años de autoexilio en España, que comienza con un clima de alegría y desemboca en un ambiente de desencanto y desesperanza y contó con la actuación de Jorge Perugorría.

En 2017, Cantet vuelve a interesarse por los alumnos en “El atelier”. Unos adolescentes de La Ciotat, una villa francesa portuaria cercana a Marsella, de rico pasado industrial y actualidad de pobreza sin destino, se interesan por un taller literario dictado por una maestra recién llegada a la ciudad (Marino Fois). Rescata el director junto al guionista Robin Campillo, el poder de las palabras, para crear ficción y con ello explorar los fantasmas interiores de los jóvenes. Además de exteriorizar el drama de la inmigración, el miedo al terrorismo, la dificultad de la tecnología reemplazando al hombre y al pensamiento. 

Su último film, “Arthur Rambo” (2021), trata sobre las redes sociales, la libertad de expresión y la incidencia de la clase social y el origen étnico de las personas para su consideración y tratamiento en la sociedad francesa. La película se basa en el caso real de Mehdi Meklat. Parte entonces de un joven escritor exitoso, de origen humilde, que pasó su infancia en los suburbios de París, hasta que se le descubren unos tuits racistas, antisemitas y homófobos escritos bajo un seudónimo, lo que le reporta el ostracismo social. 

Cantet ha respondido en un reportaje: “Me planteé ¿cómo pueden esas barbaridades convivir en la misma mente?. A mi lo que me interesa en la vida es el mundo que me rodea, y este mundo me plantea preguntas constantemente. El cine permite ver esta complejidad sin dar respuestas definitivas. El cine que me gusta es el que justo hace eso, el que da espacio para plantear preguntas complejas”. Respecto a las redes sociales, “ simplifican el pensamiento, hoy los extremos siempre se expresan en ideas muy simplistas, no se molestan con las complejidades. Tengo la impresión de que la forma de pensar que generan las redes sociales va hacia ese extremismo y eso es lo que más me asusta, más que la violencia de las propias frases que se escriben”. 

Laurent Cantet ha sido un humanista. Un director preocupado por el destino del hombre en una sociedad alienante, deshumanizante y discriminadora. Se ha interesado por mostrar y resaltar que el centro de su trabajo fueran las personas, defendiendo a la gente. Deja una filmografía que refleja las preocupaciones contemporáneas y siempre será una ocasión oportuna para revisitar cada una de sus películas.