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En la década del 60 algunos cantautores en idioma castellano incursionaron con textos de grandes poetas adicionándole música y configurando joyas de notable concepción artística. Fue el momento de Joan Manuel Serrat musicalizando a Machado en Dedicado a Antonio Machado (1969) y a Miguel Hernández (1972) o Alberto Cortez en Poemas y Canciones I (1967) y II (1968).

Pero, hubo un precursor. Francisco Ibáñez Gorostidi, conocido como Paco Ibáñez, fue el cantante que comenzó con este encuentro entre poesía y música. En 1964 da a conocer su primer trabajo discográfico con poemas de Federico García Lorca (entre ellos, Romance de la luna, luna y Mi niña se fue a la mar) y de Luis de Góngora (La más bella niña y Bien puede ser, no puede ser). El disco tenía una pintura de Dalí en la portada, porque una amiga de éste le había hecho escuchar algunos años antes (en 1958) las pruebas de los temas interpretados por Ibáñez. El pintor lo quiso conocer y de ese encuentro surgió la intención de ilustrarlo con una obra del genial catalán. Desde ese momento las portadas de los discos de Ibáñez contaron siempre con una obra pictórica de importantes artistas contemporáneos.

Ibañez había nacido el 20 de noviembre de 1934 en Valencia. Su padre, originario de esa ciudad, era un militante anarquista de la Confederación Nacional del Trabajo (CNT) y su madre, había nacido en un caserío cerca de San Sebastián. Debieron exiliarse en Francia cuando la guerra civil enlutó a España y luego de la ocupación alemana al país galo, su padre fue arrestado e incluido en un campo de concentración para republicanos españoles.

La madre de Ibáñez resolvió retornar a San Sebastián para montar un taller de costura y llevó con ella a Paco y sus tres hermanos. Años después, en 1948, ya terminada la Segunda Guerra Mundial, retornan, clandestinamente, a Francia para reencontrarse con su padre.

Ya en París, Ibáñez se siente atraído por la música de Georges Brassens, Édith Piaf, Jacques Brel e incluso por Atahualpa Yupanqui. Forma parte de movimientos culturales y se involucra con numerosos artistas, políticos e intelectuales españoles que pasan por esa capital.

Cuando comienza a publicar sus discos, éstos son utilizados por los profesores de Lengua y Literatura en sus clases. Su segundo disco, conocido en 1967, incluye poemas de Miguel Hernández, Blas de Otero, Francisco de Quevedo (el conocido “Don Dinero”), Luis de Góngora y Rafael Alberti, entre otros. La portada tiene una pintura de José Ortega, importante representante del Realismo social de la posguerra.

Con su tercer disco, en 1969, la convocatoria que se generaba a partir de sus actuaciones en Francia, lo fueron instalando como “la voz libre de España”, siendo una referencia para los universitarios franceses y convirtiéndose en poco tiempo en otro de los artistas censurados y prohibidos por la dictadura franquista. En ese disco incorpora poemas de Rafael Alberti (A galopar), León Felipe, Antonio Machado (Proverbios y cantares), Arcipreste de Hita (Lo que puede el dinero), Jorge Manrique (Coplas por la muerte de su padre) y de quien luego fuera su gran amigo José Agustin Goytisolo. De éste, interpreta el conmovedor poema “Palabras para Julia”. El artista Antonio Saura, hermano del director de cine Carlos Saura, ilustró la portada.

El 2 de diciembre de 1969 actúa en el famoso teatro Olympia de París. Un disco doble recoge el recital y el fervor que su palabra acompañada solamente con su guitarra provoca en el público, comprometido con los textos y con la postura política del intérprete.

Años después, ya instaurada la democracia en España, pudo cantar en su país. En sucesivos discos incorpora más poemas de sus autores referentes y suma, entre otros, a José Iglesias de las Casas, San Juan de la Cruz y sus contemporáneos Jaime Gil de Biedma y Emilio Prados.

En 1979, Paco Ibáñez canta a Brassens e incluye, entre los poemas del francés, su versión de “La mala reputación” (“No, a la gente no gusta que/uno tenga su propia fé./Todos, todos me miran mal,/salvo los ciegos, es natural”), un poema que con los años se convertiría en uno de sus clásicos. 

Con Rafael Alberti realiza un concierto en el teatro Alcalá de Madrid en 1991, volcado luego a un disco conocido como “A galopar”, en el cual incluyen no solo textos de Alberti, sino de los poetas habituales de Ibáñez, entre ellos el “España, aparta de mí este cáliz” del peruano César Vallejo y “La poesía es un arma cargada de futuro” de Gabriel Celaya.

Ibáñez incursiona en el euskera de su madre, con Oroitzen, en 1998. Homenajea en 2002 a Goytisolo, Pablo Neruda, Alfonsina Storni, Rubén Dario, Nicolás Guillén en un concierto grabado en el Palau de la Música de Barcelona, donde ya residía desde 1994.

En 2003 presenta un disco con interpretaciones de poetas latinoamericanos. Incluye, por ejemplo, “Paisaje de Catamarca” de Rodolfo Giménez y la zamba “Piedra y camino” de Atahualpa Yupanqui. A propósito, Ibáñez le tenía una gran admiración al autor argentino. Lo había conocido en el cabaret L´Escale de Paris, que en las décadas del ´50 y ´60 acogió a escritores (García Márquez, Cortázar y Nicolás Guillén, entre otros) y grandes músicos latinoamericanos.

En un reportaje de Página 12, Ibáñez ha afirmado que en L´Escale, “de las diez de la noche a las cuatro de la mañana se cantaba, se parrandeaba, y yo vivía en ese ambiente latinoamericano. Y siempre que una canción me retenía, era de Yupanqui: “Recuerdos del Portezuelo”, “Chacarera de las piedras. Parecía que toda Argentina era Yupanqui. Y luego en Francia todo era Brassens, o sea que yo estoy en el medio: mis padres son Yupanqui y Brassens”. Finalmente lo conoció en la televisión española, al restituirse la democracia en ese país. Agrega Ibáñez “terminamos siendo muy amigos, mejor dicho, era como mi padre o mi hermano mayor”.

Le siguieron discos con homenaje a José Agustín Goytisolo (2002), a poetas andaluces (Luis Góngora y Federico García Lorca) (2008) y a latinoamericanos (Pablo Neruda, César Vallejo, Alfonsina Storni y Rubén Darío) (2012).

Ha visitado cinco veces a la Argentina, reivindicado las luchas populares con reconocimiento explícito a las Madres de Plaza de Mayo y al juez (destituido en España) Baltazar Garzón. “La poesía es un arma cargada de futuro” lo compromete, sobre todo con su posición respecto al rescate de la cultura como identidad. “Lo peor que le puede pasar a una sociedad es perder su identidad, sus valores, su idioma. (…) A la juventud le están robando su deseo de conocerse a ella misma. (…) la falta de cultura es uno de los grandes crímenes que se están cometiendo en el mundo entero”.

Y a ese desafío le ha opuesto su persistencia por redimir los poetas, la visión humana, social y solidaria que emanan de los textos y el interés por el hombre y su destino. De forma tal que cerca de los noventa años sigue actuando en conciertos con un claro mensaje, “Nos queda la palabra”.