El pasado 17 de abril se han cumplido diez años de la muerte de Gabriel García Márquez y concomitante y apropiadamente se ha conocido una novela que, según se había dicho, el autor no la consideraba publicar e incluso proponía destruir.
No obstante, sus hijos decidieron que, sobre todo, los seguidores del gran escritor colombiano conocieran “En Agosto nos vemos”, y contaron para ello con Cristóbal Pera, que había sido el editor de las memorias de García Márquez, “Vivir para contarla”, y la que fuera su última novela publicada en vida, “Memoria de mis putas tristes”.
A los entusiastas lectores del gran escritor les ilusionó leer una nueva novela suya. Sin embargo, a partir que se dio a conocer que se iba a editar y publicar la novela póstuma de García Márquez, se lanzaron a correr numerosos rumores y apreciaciones que no hicieron más que acrecentar el interés por conocerla; sobre todo en épocas de novedades poco atractivas.
Rodrigo y Gonzalo García Barcha, los hijos de García Márquez resolvieron publicar el libro, a pesar de la voluntad de su padre, a los diez años del fallecimiento de éste, para el beneplácito de sus seguidores y valorando según ellos dicen en el prólogo del libro, “su capacidad de invención, la poesía del lenguaje, la narrativa cautivadora, su entendimiento del ser humano y su cariño por sus vivencias y sus desventuras, sobre todo en el amor, posiblemente el tema principal de toda su obra”. Aclaran “En Agosto nos vemos”- tal el nombre del libro– fue el fruto de su último esfuerzo por seguir creando contra viento y marea” Y agregan: “en un acto de traición, decidimos anteponer el placer de sus lectores a todas las demás consideraciones.”
Varios críticos han cuestionado la decisión de hacer pública la historia porque afirman que está lejos del nivel creativo y es una novela desigual e irregular. Por otra parte, la amenaza de la utilización de inteligencia artificial sobrevolaba sobre la idea de la aparición de un nuevo libro del fallecido autor.
En sentido inverso, algunos conocedores de la obra del colombiano han expresado complacencia con el libro. Así, el escritor brasileño Eric Nepomuceno, amigo y traductor al portugués del Premio Nobel de Literatura colombiano, dijo que la novela captura la esencia más auténtica de García Márquez. Que refleja la creatividad y el lenguaje melódico típico del autor.
Winston Manrique Sabogal en WMagazin expresa que “es una novela desigual, pero donde un solo párrafo de su genio vale todo el libro (…) es una de las obras más terrenales, honestas y políticas del Nobel colombiano”.
Una crítica de The Guardian, Lucy Hughes-Hallet, dice: “El estilo narrativo es genial. La novela se lee como un tratamiento cinematográfico: mucha observación, poca intensidad, una sobriedad que la haría fácilmente trasladable al cine”.
La novela originalmente era un cuento con el que el autor quería conformar un proyecto literario incluyendo cinco relatos entrelazados, a la vez que autónomos al mismo tiempo. Lo había comenzado a esbozar en la década del ´90 del siglo pasado. Lo continuó hasta que el alzheimer comenzó a imposibilitar su trabajo. Llegó a realizar cinco versiones, según cuenta Cristóbal Pera en una Nota del Editor que forma parte del libro. Esas versiones se encuentran incluidas entre los documentos que fueron entregados a la biblioteca del Harry Ransom Center de la Universidad de Texas, en Austin. Allí hay más de 27.000 documentos de García Márquez, incluyendo manuscritos, fotografías y guiones. Conviven con documentos de Charlotte Bronté y de Marcel Proust.
En la Nota del Editor mencionada, Pera cuenta que la periodista Rosa Mora había publicado en el diario El País de España el 18 de marzo de 1999 que García Márquez había leído en la Casa de América en Madrid la primera versión del que luego fuera primer capítulo del libro.
“En Agosto nos vemos” es la historia de una mujer que en los meses de Agosto de cada año toma el transbordador que la acerca a una isla donde está enterrada su madre, para así visitar su tumba en el día del aniversario de su muerte. Había sido voluntad de su madre ser enterrada en esa isla, que el autor no identifica, en la que conviven hoteles lujosos con personas vulnerables viviendo en condiciones de pobreza extrema.
Ana Magdalena Bach, tal es el nombre de la protagonista (en claro homenaje a la segunda esposa del compositor), ha constituido una familia con su esposo con el que mantiene una relación madura propia de transitar el umbral de los cincuenta años y un matrimonio de más de veinte, por el que abandonó en su momento su carrera avanzada de Artes y Letras y la pareja tienen una hija que tiene el mismo nombre que su abuela.
En cada uno de esos años, al pernoctar en la isla, se involucra con un momento de erotismo e intimidad con hombres distintos cada vez, aunque ella espera reencontrar al primero de ellos que la había hecho vivir sensaciones que hasta ese entonces mantenía reprimidas u ocultas.
Por primera vez, García Márquez ubica como centro, casi exclusivo, de su historia a una mujer, dándole un protagonismo que en las otras novelas no habían tenido. Si bien en sus obras anteriores, las mujeres alcanzaban un nivel de participación ineludible, siempre lo era en torno a los personajes masculinos. Su hijo, Gonzalo, afirmó al momento de la publicación de “En Agosto nos vemos”, que su padre admiraba a muchas escritoras mujeres, como Virginia Woolf, Mercè Rodoreda, Toni Morrison y Gabriela Mistral.
El libro, en parte, es el inicio de una búsqueda por parte de Ana Magdalena de una identidad a partir de la sensualidad y libertad para escapar, aunque sea un día al año, de la rutina. La mirada de García Márquez es acogedora y valorativa de la femineidad y la liberación de la protagonista. Con ese mismo ánimo, hay momentos destacables en el libro. En uno de ellos juega con una hipérbole logrando una animada estimación del rol femenino en cuanto a la atracción que la mujer provoca y el floreo del galán. Ante la propuesta de bailar por parte de uno de los hombres que Ana Magdalena conoce en sus incursiones en la isla, “-Perdone-le dijo aturdida-, pero no estoy vestida para bailar. La réplica de él fue inmediata: -Es usted la que viste el vestido, señora”.
Alejado del realismo mágico que galvanizó las más importantes historias y cercano al último García Márquez, el de “Memorias de mis putas tristes”, es un libro que no deja de atraer, más allá de algunos detalles que los más críticos y exigentes le hacen. Es probable que los entusiastas seguidores del autor reconozcan finalmente la prosa y el magnetismo de su creación.
De todas formas, siempre queda “Cien años de soledad”, la genial novela que lo hizo trascender y conocer en todo el mundo. También el resto de sus novelas, sus cuentos, sus crónicas periodísticas y sus talleres de redacción.
Y si todo eso fuera poco, el extraordinario discurso pronunciado al recibir el Premio Nobel de Literatura, en 1982, vestido con una guayabera blanca desafiando el protocolo ante el Rey de Suecia. En él habla del carácter fantástico y sorprendente de los habitantes de esta parte del mundo. Los despojos, muertes y sometimientos a los que fueron sometidos en la historia. Tiene una particular mención al drama de la dictadura argentina al mencionar: “Numerosas mujeres arrestadas encintas dieron a luz en cárceles argentinas, pero aún se ignora el paradero y la identidad de sus hijos, que fueron dados en adopción clandestina o internados en orfanatos por las autoridades militares”
“Sin embargo- dice– frente a la opresión, el saqueo y el abandono, nuestra respuesta es la vida. (…) Una nueva y arrasadora utopía de la vida, donde nadie pueda decidir por otros hasta la forma de morir, donde de veras sea cierto el amor y sea posible la felicidad, y donde las estirpes condenadas a cien años de soledad tengan por fin y para siempre una segunda oportunidad sobre la tierra. (…) Quiero creer, amigos, que este es, una vez más, un homenaje que se rinde a la poesía (…). La poesía, en fin, esa energía secreta de la vida cotidiana, que cuece los garbanzos en la cocina, y contagia el amor y repite las imágenes en los espejos. (…) El premio que acabo de recibir lo entiendo, con toda humildad, como la consoladora revelación de que mi intento no ha sido en vano. Es por eso que invito a todos ustedes a brindar por lo que un gran poeta de nuestras Américas, Luis Cardoza y Aragón, ha definido como la única prueba concreta de la existencia del hombre: la poesía.”