Xavier Dolan viene configurando una carrera cinematográfica que le ha hecho decir a numerosos críticos que estamos en presencia de un genio inigualable. Semejante elogio se potencia al ser considerado al nivel de Orson Welles, en función de “Ciudadano Kane”, la obra maestra de Welles éste la realizó cuando tenía 25 años y Dolan filmó “Yo maté a mi madre”, su elogiada ópera prima cuando contaba con 19 años, y además, agrega “la redacté cuando tenía 16”.
Dolan, guionista, actor, productor, pero fundamentalmente director, es un joven nacido en Quebec, Canadá, el 20 de marzo de 1989. Su filmografía es de un auténtico cine de autor. Comenzó a actuar como actor siendo niño y con la mencionada ópera prima, en el Festival de Cannes de 2009, recibió tres galardones y la fama mundial.
Las películas de Dolan son temáticamente definidas, estéticamente brillantes y cronológicamente actuales. Aborda, sin prejuicios pero sobre todo con notable cuidado con los personajes y la evolución de sus sentimientos, la problemática de identificación de género, en particular, en su generación y la realidad de las familias disfuncionales.
Un más que adecuado recorrido por la trayectoria de Dolan, podría comenzar con su primera película. “Yo maté a mi madre”, es un título provocador, atractivo y prometedor. El film, que cuenta con el protagonismo del propio director es, en parte, autobiográfico. Pone el foco en la conflictiva relación de un hijo homosexual con su madre. La estadía de Hubert, el joven, en un internado para varones no hace más que sumar complicación a la traumática vinculación con Chantale, su madre. Esa situación ambigua y el interés que el protagonista (y el propio Dolan) mantiene con la literatura, genera que la cita literaria de Guy de Maupassant con que inicia el film sea “amamos a nuestra madre sin saberlo. Sólo tras el último adiós somos conscientes de la profundidad de ese amor”
“Tom en la granja” que Dolan actuó y dirigió está basado en una obra de teatro de Michel Marc Bouchard. Un joven llega a una granja alejada de todo centro urbano para homenajear a su amigo, del que se supone era pareja, recientemente fallecido. Se encuentra con la madre y el hermano de éste que desconocían de su existencia. No obstante, se establecen lazos afectivos entre Tom (el protagonista) que combinan lo cariñoso por parte de Agathe (la madre) con lo violento y ofensivo de parte de Francis (el hermano taciturno y agresivo) que, se manifiestan bajo una sensación de permanente thriller no exento de una ligazón que se torna obsesiva.
Bouchard al referirse a su obra, que tuvo una versión en Rosario en el año 2019, con la dirección de Aquiles Pelanda expresa que “explora las consecuencias en la edad adulta de la homofobia sufrida durante la adolescencia y los años de formación de la personalidad cuando más vulnerable somos. Es un thriller psicosexual donde el drama del homosexual rechazado y humillado es tan sólo la puerta a otros temas principales como el dolor de la pérdida repentina, la mentira como forma de supervivencia y como forma de amar y vivir, la búsqueda pertinaz del amor incondicional y la desesperada necesidad de encontrar respuestas”.
En una permanente búsqueda que implica encauzar la negación que provoca la inaceptación de las realidades individuales y el dolor y la angustia que deriva de la ausencia, Dolan introduce en el comienzo, de igual forma que en el film referido anteriormente, una frase que anticipa la mutación anímica, sentimental y melancólica que va procesando Tom, “hoy una parte de mi ha muerto y no puedo llorar porque he olvidado todos los sinónimos de la palabra tristeza. Ahora todo lo que puedo hacer es reemplazarte.”
Un año antes de “Tom en la granja”, Xavier Dolan dirigió la que, tal vez, hasta ahora es su película más celebrada, “Laurence Anyways”, notable film sobre un reconocido escritor y docente universitario (Laurence, el extraordinario Melvil Poupand) que mientras mantiene una relación intensa, afectiva e integra con su novia (Fred, interpretada por Suzanne Clément) se percibe como una mujer, y en el transcurso del film se cuenta la transición que aborda el protagonista.
Ambientada en los finales de la década del ´80 y la de los ’90, en un lapso de diez años, cuando la temática queer no era considerada ni contemplada, Dolan desarrolla en un guión de su autoría una mirada valiente, desafiante y sin ambigüedad en el sentido de plantear la audacia del protagonista de decidir individualmente en función de su particular concepción y auto reconocimiento, en procura de una lucha incansable de ser uno mismo. A riesgo de las consecuencias que la sociedad impone en situaciones como éstas. Las discusiones con su madre (Julienne , una vez más la notable Nathalie Baye) y la pérdida de la cátedra luego que Laurence concurre a dictar clases con ropas femeninas es una prueba cabal de las consecuencias que las decisiones implican en contextos inundados de miradas censoras y cuestionadoras y aferrados a rígidas concepciones.
Lo más estimable del guión es el prolijo y cuidadoso tratamiento que le da Dolan a la importancia de la identidad que, incluso excede a una mera cuestión de género. Con clara posición avanza en exponer el interior de los personajes sin confundir ni envilecer el argumento con la superficialidad de la elección sexual. Por eso, con singular precisión las últimas palabras de la película son una alusión al título “C´est Laurence Anyways” (Es Laurence, de cualquier forma). Lo que exterioriza que, siendo hombre o mujer, lo que es en esencia, no cambia.
Xavier Dolan, un admirador confeso de Jean – Luc Godard y Francois Truffaut, entre los grandes de la Nouvelle Vague, y con reminiscencias de los artilugios artísticos de Pedro Almodóvar y Wong Kar-Wai ha sabido componer un cine poético que expresa su descollante personalidad mediante una identidad visual y auditiva que convierte a sus films en auténticas creaciones estéticamente logradas e intelectualmente consistentes y contundentes.