Una hermosa y cómoda casa con un gran jardín, huerta y pileta. Una familia idílica compuesta de matrimonio con cinco hijos. En días calurosos van en grupo hasta un río próximo a pasar el día, nadar, pescar y gozar de la naturaleza. Un grupo de sirvientes atienden las cuestiones domésticas y mantiene prolija y ordenada a la casa. Los niños van a la escuela, las tardes suceden indolentemente, algún familiar los visita, la madre cuida con delicado empeño su jardín, donde, por otra parte, los invitados festejan el cumpleaños del comandante con toda la familia. Las cenas son en conjunto, el trato es respetable, el padre les lee cuentos a sus hijos previo a dormir. La realidad doméstica se mantiene en un paraíso pequeño burgués.
Todo es un horroroso, macabro y cruel fuera de campo. La mansión es la de Rudolf Franz Ferdinand Höss (interpretado por Christian Friedel), el comandante del campo de concentración de Auschwitz, ubicada al lado del espeluznante sitio de exterminio durante la Segunda Guerra Mundial.
“Zona de interés” de Jonathan Glazer, es un formidable acercamiento al dolor, la barbarie, la destrucción, el sometimiento, la degradación humana y la muerte sin que se exteriorice ningún rasgo de atrocidad explícita.
La película cuyo guión es del propio director está ligeramente basada en la novela que, con igual denominación, escribió Martin Amis. Sin embargo, Glazer utiliza los nombres reales de los involucrados en vez de las caracterizaciones alusivas con las que Amis contó la historia.
A partir de 1940, la Alemania nazi construyó varios campos de concentración. Uno de ellos, Auschwitz, ubicado en Oswiecim, a 43 kms. al oeste de Cracovia, en la Polonia ocupada, era un conjunto de tres edificios en los cuales se produjo el asesinato de más de un millón de personas, en su mayoría judíos.
A mediados de 1941, Höss se reunió en Berlín con Heinrich Himmler, uno de los principales dirigentes nazis y muy allegado a Hitler. Himmler le trasladó las ordenes que debía cumplir, respecto a la macabra Solución Final para el problema judío. Le conminó a un trabajo inmediato y fatal.
Así, en virtud de esa consigna, en 1943, al momento del relato, Höss reside con su familia en una casa que se encuentra vecina a lo conocido como Auschwitz I, y es el responsable del campo de concentración. Se manifiesta entusiasmado por su labor, al decidir la instalación de un nuevo horno crematorio y la aplicación del Zyklon B para su macabra tarea. Su desempeño en ese ámbito, hace que sus superiores lo propongan para un ascenso como subinspector de todos los campos de concentración, debiendo por ello, trasladarse a Berlín.
Esa circunstancia rompe parcialmente la bucólica convivencia familiar, dado que Hedwig, su esposa (Sandra Hüller, la notable protagonista también de “Anatomía de una caída”) no quiere que Rudolf se ausente de la casa, ya que desea no se vulnere la idílica vida que mantienen en la misma. No obstante, Höss acepta el ascenso y más adelante, en virtud a sus acciones, sus superiores le encargan acometer una diabólica empresa: trasladar 700.000 judíos húngaros a Auschwitz para ser asesinados, lo que le permite regresar a su apetecido refugio familiar.
“Zona de interés” narra con un cuidado hiperrealismo la vida cotidiana, indiferente y amorosa que lleva la familia de Höss siendo absolutamente prescindente del contexto e indolente frente a la tragedia que se lleva a cabo, tras los muros del edificio contiguo.
El humo que sale por las chimeneas, el sonido de los trenes, ladridos de perros y de algunos disparos; gritos ahogados, gemidos desgarradores y corridas que se escuchan en ciertos momentos del film son ignorados por todos los integrantes de la familia.
Los prisioneros que sirven en la casa ingresan y salen de la misma y luego se trasladan al campo de concentración con absoluta naturalidad. Las ropas y pertenencias sustraídas a los asesinados son recibidas y distribuidas por la madre a sus ayudantes con patética desenvoltura, reservándose ella, las prendas más valorables.
La cotidianeidad es malignamente exasperante. En parte, el trabajo de Höss parece ser absolutamente un trámite. La naturalidad con que actúa y se interrelaciona con sus pares y superiores, ubica a este film en sintonía con “La conferencia”, en la que se cuenta una reunión del alto mando nazi para diagramar la criminal “Solución Final”.
El sonido en la película tiene una significación clave. El fondo evidenciado por los ruidos de los hornos, las botas, los disparos, los gritos no se ve, pero expresa con singular patetismo y horror, la muerte. No necesita el director mostrar ninguna escena de agonía o tortura para traslucir el drama del holocausto. Con eso, Glazer le permite al espectador la reflexión respecto a la capacidad o facultad humana para tolerar o ignorar la violencia, y como eso torna natural la perpetración de los crímenes.
No se vislumbra ningún tipo de esperanza ni sentimentalismo para los condenados. Se evidencian los mecanismos de connivencia sin ningún tipo de enmienda moral. La indiferencia por la realidad circundante es lacerante. De igual manera que las sociedades resultan cómplices e insensibles cuando, hoy, desde poderes oscuros y delirantes se deshumaniza a la población más vulnerable o como en el caso de la dolorosa y nefasta última dictadura cívica-militar, se ignoraban los gritos y torturas que en decenas de casas, galpones y recintos militares se asestaban a los prisioneros como por otra parte, el sonido de los grupos musicales en el estadio Obras y los gritos de goles en el estadio de River acallaban los inhumanos y dolorosos alaridos en la ESMA.
Por otro lado, en la película se utilizan planos generales, los movimientos de la cámara son en línea recta y ésta es utilizada en un sentido similar al cine experimental de Jonas Mekas, deambulando por espacios y participando como un personaje más de las escenas, lo que hace más dramático y patético el contacto con ese tiempo y ese lugar, donde todo parece desarrollarse con la naturalidad de la indolencia. Es una interpelación al inconsciente de los espectadores, en el sentido de la maldad inmanente que se encuentra incorporada en las conductas cotidianas, imbuidas de individualismo, despreocupación y un absoluto sentido de desprecio por el otro.
La película obtuvo en la reciente entrega de los Premios Óscar, el correspondiente a la Mejor Película de habla no inglesa (si bien representaba al Reino Unido, fue rodado en alemán) y Tarn Willers y Johnnie Burn al Mejor Sonido, habiendo sido nominada también como Mejor Película, Jonathan Glazer como Mejor Director y como Mejor Guion Adaptado. Ademas había obtenido el Premio del Jurado y el FIPRESCI en el Festival de Cannes.